Nació el 21 de diciembre de 1905, en 1926, entre un grupo de flamantes bachilleres mendocinos llegó a Córdoba, era un muchacho alto, delgado, tenía su valija lijera de vestiduras, el alma llena de esperanzas y dias mejores. Casi niño habia perdido a su padre, enfrentandose desde entonces a la lucha por la vida, el transcurso del tiempo le deparó, junto al regocijo de crecer físicamente e interiormente, muchas situaciones adversas que no lograron minar su ánimo. Terminó su ciclo primario y prestamente inició la etapa secundaria con la emoción de quién corre tras un objetivo soñado. Lo nutre su imaginación; lo solventa su enorme voluntad y estudia desesperadamente. Junto a los textos también lee a Cervantes, Gorky, Ingenieros, Unamuno y tantos como su tiempo y alcance le permitieron, hasta llegar a Schopenhauer, Dostoyevski, Marx, Niesztche, Rodó y cuanto maestro de las letras universales pudo conseguir.
Al finalizar el año 1925, es bachiller. Pensar en la continuidad de sus estudios es todo un desafío a su economía. Sin embargo busca soluciones y ansioso escudriña el final que resultó bienhadado. Venciendo dificultades todos los días, llegó a Córdoba y se inscribió en la Facultad de Medicina de la Universidad. Pagó los aranceles reglamentarios una sola vez. Los años siguientes de su carrera, sus notas sobresalientes lo eximieron de los mismos.
Lo absorben sus libros y cuando hace un alto, con los compañeros se habla de política universitaria. Después visitan Centros de Estudiantes y acorde con sus reflexiones, adhiere al grupo Renovación que responde al ideario reformista. En 1927, en las elecciones para renovar autoridades de la Federación Universitaria, el Grupo Renovación lo propuso como Delegado de Curso por 2º año, después lo fue por 3º en 1928. En 1929 el estudiantado perdió el año tras una larga huelga; en 1930 fue nombrado Practicante Mayor del Sanatorio Nacional de Santa María de Punilla, donde sólo pudo quedarse ese año.
En 1932, Por unanimidad, fue elegido Presidente de la Federación Universitaria de Córdoba, desde allí debió batallar contra el enemigo de siempre, la incomprensión. Se mostró infatigable en su prédica contra las tiranías, las dictaduras ensombrecedoras y sin cansancio que los detuviera ni cárcel que lo callara, siguió levantado su voz de protesta contra los privilegios.
Respetado y querido, todo el Barrio Clínicas lo vió entrar y salir de una y otra casa, cada vez con ropas distintas para eludir la mano policial y todos fueron sus aliados. Hasta cedían sus tejados para la realización de «mitines aéreos» cuando les negaban el permiso policial de rigor.
Impacientes por ver realizados aquellos postulados del 18, que a sólo catorce años de distancia cobraban vigencia desafiante, no miraron consecuencias; sólo tuvieron presente su norte, su objetivo primario; la Hoja Liminar del 18 y con fe renovada, aquilatados los valores de los jóvenes de ayer, presentes en ese momento como sus Maestros en la suma de voluntades al servicio de su revolución, enfrentaron a la reacción que se había permitido expulsar a Profesores de la talla de los doctores Bermann y Orgaz junto con estudiantes solidarios.
En constante intercambio de ideas con hombres como los doctores Roca y Taborda, que le invitaron a colaborar en sus periódicos Flecha y Facundo respectivamente. Y tras huelgas, luchas, persecuciones, cárcel, un día rinde su última materia y es médico. En el camino paso por el Dispensario Dermatológico, Hospital Transito Cáceres de Allende bajo la dirección del Profesor Sayago, Sanatorio Nacional de Santa María de Punilla, Practicante Menor y Mayor por concurso, e el Hospital Nacional de Clínicas, Jefe de Clínicas de la Cátedra de Semiología a cargo del Profesor Dr. Antonio Navarro, Hospital San Roque en Sala Policial, Dispensario Municipal nº4, Médico de la Sociedad Española de Socorros Mutuos en Clínica Médica, etc. Pero fueron los últimos rincones de Córdoba, en donde se llega a un rancho caminando cuadras y cuadras entre matorrales, siguiendo los pasos de una madre afligida o un hombre angustiado, cuando enfrentó el dolor, a la miseria.
En la premura por ser útil, olvidó reparar en su salud, resentida desde muy temprano y así como vivió, puro de corazón, exaltado muchas veces, una mañana replegó sus alas. Se fue en plena juventud. No tuvo tiempo para gustar la risa infantil de su hijo, ni para tomar su mano y enseñarle el camino que seguro, le habría hecho feliz recorrer en la luz y sombra de su nuevo andar.
Así fue Bordones, íntegro, tenaz en su lucha, solidario mas allá de sus posibilidades, desinteresado, de convicciones claras y precisas. Una existencia consagrada al estudio, al trabajo, sin miramiento alguno a su persona hecha para el renunciamiento, las privaciones, la incomprensión. Falleció el 26 de Noviembre de 1941, queda en el recuerdo de su sonrisa grande, su palabra cálida y sencilla, su mano tendida generosamente y en el tremendo silencio del vacío, un eco de dolor, el de su atormentado corazón.