Gregorio Bermann

La conciencia aguda de Gregorio Bermann expresaba: «no conozco ocupación más digna que la dedicación de un psiquiatra, de un médico o de un hombre que da lucha esclarecida y denodada por la salud mental del pueblo de nuestro continente». Y agregaba: «ser persona ahora en nuestro país implica la capacidad de desadaptarse, de abandonar los estereotipos, vencer la rutina, para responder a los cambios necesarios y urgentes, no solo en el orden individual y normativo naturalmente, sino también en las estructuras que condicionan los pensamientos y reacciones personales. La salud mental consiste entonces, en el coraje de modificarse a si mismo en la medida necesaria, en crear nuevas formas de convivencia, en el no conformismo, en una rebelión constructiva…»
Fue un joven dotado intelectualmente, espigado y airoso, nacido en Buenos Aires en el seno de la pequeña burguesía judía proveniente de Europa Oriental, de cuyos prejuicios y creencias supo tomar precozmente distancia espiritual, aunque recogiera lo mejor de su herencia. Pero no basta, hay que ubicarlo en el clima intelectual y cívico de las primeras décadas del siglo pasado, en el Buenos Aires que se enriquece con lo mejor del aporte finisecular y la emigración europea, se abre al sufragio universal y se estremece hondamente ante la Primera Guerra Mundial. El camino abierto por el hermano mayor y la influencia de grandes maestros: Telémaco Susini, Alejandro Korn, José Ingenieros, maestros gigantes en un país casi desértico. Los tres, es lógico, adhirieron a la Reforma Universitaria, la que Bermann protagonizó de manera destacada como Presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (promueve luego la fundación de la F.U. Argentina a fines de 1918).
Su trayectoria psiquiátrica surge de su honda vocación médica y de su preocupación por el conocimiento del enfermo, por superar el criterio anquilosado de aquella medicina que sólo ve al paciente como un conjunto de órganos, por su convicción de que para conocer «a nuestros semejantes es necesario seguirlos en sus condiciones de vida, en el medio en que fueron engendrados y en el que después se han desarrollado, en su hogar, escuela, comunidad; en la familia que han constituido, en el trabajo, en la plena realidad del grupo colectivo y nacional al que pertenecen y del que forman parte, en el mundo y la época en que están inmersos.» Largo y casi imposible, hacer el análisis de los casi 400 libros, trabajos, ponencias, relatos a congresos y reuniones médicas, conferencias publicadas que elaboró desde sus años juveniles en el Hospicio de la Merced. Pero subrayaremos algunos como el estudio realizado en 1919 sobre «La parálisis general progresiva en la Argentina», modelo aun hoy de estudio epidemiológico o el libro «Toxicomanías», publicado en 1962. Desde 1920 inicia su frecuentación de Freud, al que leía en su idioma original. Entre 1934 y 36 publica y dirige con Emilio Pizarro Crespo, la revista psicoterapia, primera sobre el tema en el país. En 1934 publica el estudios sobre «Loa menores abandonados y delincuentes en Córdoba». En 1936 organiza y costea la Misión Médica Argentina, que va a colaborar con acciones de medicina y psiquiatría de guerra en la lucha de la República española contra el franquismo. Después describe esta experiencia en el libro «Las neurosis en la guerra»
Su desempeño en nuestra Universidad y en la Cátedra de Medicina Legal (1921-1936), significó una lucha denodada y constante, imposible de describir. Infatigable propulsor de asociaciones científicas y profesionales, también funda y dirige desde 1951 la Revista Latinoamericana de Psiquiatría, da comienzo a las jornadas y congresos de psiquiatría que dieron origen a la Federación Argentina de Psiquiatría y promueve la fundación de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL). Viajero permanente e inquieto recreó los fundamentos de la socio psiquiatría y estimulo el desarrollo de la psiquiatría comparada. Designado por las Naciones Unidas es uno de los fundadores en París, en 1946, de la Organización Mundial de la Salud.