Los Universitarios de los 50 y Enrique Barros

Los Universitarios de los 50 y Enrique Barros. *revista Alfilo

REFORMA UNIVERSITARIA·LUNES, 20 DE FEBRERO DE 2017

Carlos José Bayona, José D’Intino, Manuel Battan Carabajal y Eugenio Barrucci (presidente de la FUC en 1957 y 1958), relataron sus experiencias en esa época y la relación que mantuvieron con los dirigentes de la Reforma de 1918, como Enrique Barros. Además, estaban presentes muchos estudiantes de aquel momento, que compartieron sus vivencias con los alumnos de hoy.

Perón y después

“Si sumamos todas nuestras edades, llegamos hasta los sumerios”, bromeó uno de los asistentes, lo que generó risas generalizadas. Es que la mayoría de estos “viejos” estudiantes comenzó su vida en la Universidad cuando Juan Domingo Perón todavía gobernaba a principios de la década del 50. Todavía recuerdan a algunos profesores que tenían colgados en sus aulas los cuadros de Perón y Evita y lucían los relojes con las efigies de estos líderes políticos. Aunque también durante en esta época son intervenidas las universidades nacionales y se limita la participación de los estudiantes, el derrocamiento de Perón en 1955 marca un quiebre en la historia y en la sociedad argentina. Muchos de estos ex alumnos que están sentados en el aula del Pabellón España, participaron de los festejos que se organizaron para dar la bienvenida a la llamada Revolución Libertadora y abuchear al “tirano depuesto”. Comenzó poco después una suerte de “desperonización” de la Argentina. Se trató de borrar los posibles restos de peronismo que quedaban, no se podía nombrar al líder y, en las universidades, muchos de estos profesores que tenían colgados los cuadros del General y su esposa, fueron expulsados. “Sí, en el peronismo había persecuciones, pero, salvo en algunos casos, la liberación era inmediata”, dice José D’Intino, quien en esa época era un anarquista miembro del Programa Reformista Ortodoxo (PRO). “Sin embargo, la represión de la Libertadora fue peor, a un compañero en el 56 le arrancaron todas las uñas, y eso lo hicieron en nombre de la libertad”, agrega Carlos José Bayona, el pelado, compañero de D’Intino en el mismo movimiento, pero de otra ideología (de la izquierda del Partido Socialista). Como Bayona y D’Intino, todos los jóvenes estudiantes de estos años, se van posicionando de acuerdo a lo que sucede en el país, sin embargo, el Movimiento Estudiantil Reformista se convierte en la máxima expresión del alumnado de ese momento. Ellos toman como banderas y recuperan las mismas consignas que había levantado en 1918 otro grupo de estudiantes, disconformes con lo que acontecía en la Universidad. Uno de los asistentes asegura que al año siguiente que asumen el poder los militares de la “Libertadora”, el movimiento de masas peronista se continuaba expresando. “Todo eso produjo un hervidero en el medio estudiantil y se nota que el partido mayoritario en la Universidad es el FRA, la Federación Revolucionaria del Arrepentido, porque comenzaban a comprender que el peronismo no era sólo Perón”, dice. Entonces, Bayona toma la palabra y cuenta su experiencia: “En 1954 vuelvo del servicio militar habiendo aprendido sólo dos cosas: a manejar el mimeógrafo y a odiarlos. En ese momento me incorporo al movimiento. En mayo del 54, se llamó a una reunión para elegir las autoridades del Centro de Estudiantes de Medicina y había muy poca gente, tal es así que las elecciones se hicieron en una pensión que había frente al Hospital de Clínicas, con una lista única, que era del Partido Reformista, integrado por radicales, pero también socialistas y anarcos. Permanecemos unidos en ese partido hasta el año 1957”. En ese momento, la Federación Universitaria de Córdoba era profundamente antiperonista y anticomunista. “En el año 55, con la Libertadora, nos metemos de cabeza, los socialistas entramos como caballos, pero la misma gente que entró a pelear a favor de la Libertadora, un año después estaba muy, muy en contra, porque lo que habíamos volteado, en algunas cosas, era mejor que lo que pusimos. Ni bien cayó el gobierno, lo mismo que se criticaba, se empezó a hacer. Los puestos fueron ocupados sin exámenes, sin concurso, sin capacidad y sin tener las materias que necesitaban”, narra Bayona. El mimeógrafo con el que imprimían los volantes y comunicados de la FUC, conocido como “la Mimi”, que supo pasar en el Desfile de la Victoria cuando triunfó la Revolución Libertadora, hoy se encuentra en el Museo Casa de la Reforma, junto a los papeles y discursos de los reformistas del ’18.

Laica o libre

Cuando asume el General Lonardi, el 16 de septiembre de 1955, promete implantar la autonomía universitaria. Al poco tiempo, Aramburu lo reemplaza en el poder y dicta el decreto ley 6403, del 23 de diciembre de 1955, sobre la organización de las universidades nacionales, que prometía el respeto de la autonomía, la libertad de cátedra y el cogobierno, a cambio de la exclusión de profesores que hubieran colaborado con el gobierno peronista. Sin embargo, el artículo que desató la polémica fue el número 28, que establecía que “la iniciativa privada puede crear universidades libres que estarán capacitadas para expedir diplomas y títulos habilitantes”. Si bien ya había muchos institutos privados en ese momento, el otorgamiento de títulos profesionales habilitantes era una atribución exclusiva del Estado. El autor de esa controvertida iniciativa era el ministro de Educación de Aramburu, Atilio Dell’Oro Maini, un conservador cercano a los grupos clericales. El movimiento estudiantil, hegemonizado por los reformistas, salió a la calle en repudio del decreto y ese artículo en especial, por considerarlo como un ataque a la tradición universitaria argentina: laica, estatal y democrática. También pedían la renuncia del ministro. Manuel Battan Carabajal, recuerda que “aparte de la ley de Educación Nacional, la Revolución Libertadora lleva a cabo, por ir en contra del gobierno que volteaba, los principios del movimiento reformista, porque se vuelve a replantear la autonomía universitaria y las elecciones universitarias”. Sin embargo, acota Bayona, “la laica y la libre polarizó la sociedad argentina, porque se hicieron asambleas en todas las ciudades y cada uno estaba en un lado. Y un montón de gente que no participaba de política, se empieza a integrar por la laica y la libre. Se define la sociedad, y mucha clase obrera se pone de parte nuestra, porque el clericalismo fue parte fundamental del derrocamiento de Perón en el 55. Por su anticlericalismo se suman a nosotros. Lo triste de toda esa lucha es que los que defendieron la enseñanza libre, después fueron decanos de la universidad del Estado, como Willington”, señala. Luego de la renuncia de rectores y decanos, la ocupación de las universidades por parte de los estudiantes y algunos disturbios graves, el gobierno militar relegó la reglamentación del artículo 28 y desplazó a Dell’Oro Maini, en mayo de 1956.

Una vuelta por la democracia

En 1958, hay nuevamente elecciones democráticas. Con el peronismo proscripto, el ganador es el representante de la Unión Cívica Radical Intransigente, Arturo Frondizi, un ex – militante reformista, que fue apoyado por el estudiantado universitario. Sin embargo, una de sus primeras medidas educativas fue retomar la iniciativa de la enseñanza libre del gobierno militar que salía, y reglamentó el controvertido artículo 28. Esto conmovió profundamente al ámbito universitario, hasta tal punto que algunos de los estudiantes reunidos en el encuentro lo vivieron como una traición. Así, se sucedieron numerosas asambleas y marchas, llegando a juntar a más de 300 mil personas el 19 de septiembre de 1958, en Buenos Aires. “Lo que pasa es que en ese momento, el frondicismo lucía como progresista dentro de la división del radicalismo y la Unión Cívica Radical del Pueblo estaba copada con los sectores del gorilismo, y Frondizi nos hizo saber enseguida que estábamos totalmente equivocados, no sólo por la reglamentación del artículo 28, sino también por su política petrolera”, subraya Battan. Otro aspecto de ese tiempo, es que desde 1956 hasta el 63, se empiezan a fragmentar las agrupaciones estudiantiles y surgen muchas facciones con distintos tintes ideológicos. De hecho, el nacimiento de la Franja Morada en Córdoba se produce en 1957, de una escisión del Partido Reformista.

Herederos de la Reforma

3 de octubre de 1958. Plaza Vélez Sársfield. Enrique Barros, reconocido médico que participó en la Reforma de 1918, está hablando ante 30 mil personas, entre los que se destacan los jóvenes estudiantes. A 40 años de la gesta estudiantil, dice uno de sus discursos más conocidos: “A los cachorros de la Reforma”, el mismo día que se aprobaba la creación de las universidades privadas en el Congreso de la Nación. Battan afirma que en ese discurso, Enrique Barros “tiene una posición liberal, donde da muchos ejemplos del evangelio, tiene referencias a Cristo y pide que las universidades privadas que empezaban a nacer no vayan a obstruir el progreso nacional”. “El contacto con Enrique Barros fue muy fluido, era un hombre muy permeable. Aceptaba y hablaba mucho con la gente joven. Por ejemplo, en el año 1960 se decide hacer una exposición de libros escritos sobre la Reforma Universitaria, contacté a Barros y me dio una serie de materiales, que recogimos con Susana Tampieri, pero a la hora de devolverlos fui solo, con una caja grande, y cuando llego a su consultorio en la calle Ituzaingó, Enrique Barros me dice ‘llevate esos libros y todo ese material porque vos sos un heredero de la Reforma’. Yo tuve eso hasta hace poco y lo entregué a la Casa de la Reforma”, relata Battan, profundamente emocionado. Además, el mismo Barros le entregó a Battan el discurso manuscrito del día que se inauguraba la Casa del Centro de Estudiantes de Medicina, en la calle Deán Funes y la Cañada. Hoy, ese documento se encuentra junto al otro material y “la Mimi” en el Museo de la Reforma. Susana Tampieri, estudiaba Derecho en esa época y estuvo muy cerca de Enrique Barros, a tal punto que la denominó su “secretaria estudiantil”. En una entrevista publicada hace algunos años en el periódico Hoy la Universidad, de la UNC, Tampieri cuenta cómo lo conoció: “En 1956 publiqué mi primer libro. Una edición chiquita. Se llamaba ‘Poemas de mi Sangr’«. Para los de mi generación Barros era un prócer viviente. Alguien de carne y hueso, accesible y paternal y con un extraordinario sentido del humor. Una guía de conducta. Con toda la timidez del caso, le llevé un ejemplar dedicado, a su consultorio. Sabía que me recibiría. Siempre recibía a los estudiantes. Me pidió que le leyera un poema. Elegí ‘A Benito Juárez moribundo: Una oración por la recuperación de la tierra’. Se lo leí con toda la pasión que tan ilustre oyente merecía. Sin decir palabra, con los ojos húmedos, tomó mi mano y la besó. Luego me designó su secretaria ad honorem para asuntos estudiantiles. Trabajé como nexo entre él y la FUC. El Doctor escribía artículos y discursos a mano, en papel borrador y con birome. A veces en lápiz. Yo los pasaba a máquina. Se los llevaba a Luís Remonda, director del diario La Voz del Interior o a quien él me indicara. Como buen médico, su letra era casi indescifrable. Pero me acostumbré a hacerlo. A veces, hasta tenía que recurrir a una lupa”. Si bien Barros no fue profesor universitario, participaba de reuniones estudiantiles, donde daba consejos y asesoraba a los alumnos. “Transmitía ese espíritu de la Reforma y nos juntábamos a hablar de este movimiento. Nos enseñaba las cosas que habían sucedido y la transformación de algunos miembros del movimiento reformista. Nosotros los tomamos como modelo y ellos también participaban. En el Córdoba Sport Club donde se hacían las asambleas, ellos estaban presentes. Apoyaban con su presencia el movimiento estudiantil”, atestigua Battan.

Unión obrero – estudiantil

Los mismos estudiantes que festejaron la caída de Perón, poco a poco comenzaron a relacionarse con los sectores obreros, a tal punto que en el cuarto encuentro de la FUA, llevado a cabo en el año 1961, en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNC, es el secretario general de la delegación Córdoba de la CGT quien da el discurso final y cierra el acto. “A partir de ese momento se empiezan a abrir canales de confluencia y comunicación entre las organizaciones estudiantiles y sindicales que llegan de una manera explosiva al 69 con el Cordobazo –apunta Bayona- y creo que esa coincidencia se da, más allá de los contactos personales, como consecuencia del propio desarrollo de los acontecimientos”. Además, en esta década el movimiento estudiantil se empieza a empapar de nuevas lecturas y hay un hecho que marca a fuego las generaciones más jóvenes: la Revolución Cubana, de 1959. “La Revolución Cubana tuvo una incidencia decisiva, sobre todo en los cuadros directivos de la Federación Universitaria, donde hasta el 59 estaba desorientada. La Revolución entra a unificar todas las tendencias detrás de un mismo entusiasmo”, indica uno de los presentes. Battan concluye: “Creo que la unidad obrero – estudiantil existió o, al menos, en algún momento se puso más de manifiesto. Pero esa juventud del 55 al 60, que traía una tradición del 18, desaparece a partir del año 70. Y después aparecen un montón de jóvenes totalmente desvinculados con la política, que no viven la universidad, porque nos falta una generación. Una generación intermedia: la de los 30 mil desaparecidos”.

 

* http://www.ffyh.unc.edu.ar/alfilo/anteriores/24/historias-y-personajes.html