Reforma Universitaria

Desde 1917, los estudiantes reformistas vinculados a la asociación de “Córdoba Libre” mantenían discrepancias con las autoridades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Sus reclamos estaban orientados a renovar la planta docente, que era vitalicia y muy arraigada a las costumbres católicas, y que según su visión, el férreo dogmatismo religioso impedía la instauración de nuevas ideas que mimeticen con el pragmatismo industrial que se encontraba en desarrollo. También esbozaban el rediseño en la estructura administrativa universitaria, la misma que se sometía a los poderes eclesiásticos o políticos de turno.

Distintos importantes acontecimientos permiten comprender con cierta precisión el contexto en el que se desarrolló la Reforma Universitaria de 1918. Por un lado, y a nivel internacional, la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que hizo comprender a muchos el porqué de las luchas antimperialistas que se repartían mercados lo mismo que triunfos bélicos; y la Revolución Socialista Soviética de 1917, que llevó por primera vez al poder en un Estado moderno a un partido bolchevique. Por el otro, a nivel nacional, la llegada al gobierno de la Unión Cívica Radical, que trajo al plano político a la clase media en la persona del caudillo Hipólito Yrigoyen. El mismo fue elegido en 1916 a través de la ley Sáenz Peña que estableció el voto secreto y obligatorio para los ciudadanos argentinos varones, nativos o naturalizados, mayores de los 18 años de edad, habitantes de la nación y que estuvieran inscriptos en el padrón electoral. 

Nuestro país dejaría de ser únicamente feudo de estancieros y terratenientes, y comenzaban a advertirse grietas en su estructura pastoril hasta entonces inconmovible: no bien se desplazó a ciertas fuerzas reaccionarias de algunos puestos oficiales, éstas fueron a refugiarse a las universidades para reafirmarla en su condición de reducto conservador. En 1918 la situación académica de la Universidad de Córdoba era paupérrima. Los académicos de Córdoba eran fieles representantes de su clase y de sus intereses. Los consejos académicos eran vitalicios, los profesores se reclutaban por «leva hereditaria» entre amigos y parientes, confeccionaban los planes de estudios y controlaban la formación de las nuevas generaciones para mantenerlas sujetas a las cadenas semifeudales. La investigación era nula y primitivos los métodos pedagógicos, a punto tal que, en el programa de filosofía, la bolilla 16 contemplaba los «deberes para con los siervos». Su biblioteca no tenía un solo libro, no ya de Marx o de Engels, sino Darwin o Haeckel. Esos nombramientos de profesores y de autoridades académicas se hacían directamente en la sacristía o en las reuniones de la Corda Frates.

«¿Qué es la Corda Frates? Es una tertulia de doce caballeros católicos -éste es su más fuerte vínculo espiritual- y de edades aproximadas, que se reúnen en comidas y almuerzos periódicos. Universitarios en su mayoría, políticos casi todos, funcionarios y ex funcionarios, legisladores y ex legisladores, los asuntos públicos les preocupan desde luego, y aun cuando con frecuencia sus señoras les acompañan, no dejan de presentar ciertos aspectos de consejo de Estado. Arturo M. Bas, uno de los hombres más reputadamente inteligentes e ilustrados de Córdoba es, a decir de muchos, cabeza del grupo, en el cual figuran el gobernador de la Provincia, dos de sus ministros, el intendente municipal, etc. Tienen gente en todos los partidos, tienen diputados de todos los rumbos. Así, caiga quien cayere, triunfe el que triunfare, la Corda siempre cae parada».

En el contexto local existen dos hechos que son considerados como los factores desencadenantes de la Reforma Universitaria de 1918, siendo quizás la supresión del Hospital Nacional de Clínicas (HNC) el más conocido.

Supresión del internado del Hospital Nacional de Clínicas

El HNC nació como hospital escuela donde los estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas (UNC) realizan las prácticas de sus estudios. Desde sus inicios funcionaba un internado que era especialmente importante para aquellos estudiantes provenientes de otras provincias y/o de bajos recursos puesto que allí se aseguraban casa y comida, evitándose el consecuente gasto económico. Con el argumento de que “las trasnochadas de los estudiantes no favorecen el adecuado cumplimiento de sus deberes durante el día“, en septiembre de 1917 el entonces director del Clínicas, el Dr. Pedro Vella, dispuso exigir a los practicantes que pernoctaban en el establecimiento “de volver a sus habitaciones antes de la 1 de la mañana”. El reglamento en realidad prescribía que los estudiantes debían estar en sus puestos antes de las 20 horas en invierno y de las 21 en verano.

Dicha medida provocó airadas protestas de los estudiantes, estallando una huelga de practicantes que trajo como consecuencia su inhabilitación por dos años. La respuesta de los estudiantes ante este hecho quedó expresada en un memorial que elevaron al Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, cuestionando duramente el régimen docente vigente en la facultad y la supresión del internado. Además, publicaron un manifiesto para que los estudiantes de medicina no acepten puestos de practicantes en el HNC. Las autoridades de la institución hicieron oídos sordos a los reclamos. A fines de noviembre, una comisión especial de la Academia de Ciencias Médicas dispuso mantener el internado diurno de los practicantes, y suspender el nocturno. El 2 de diciembre, el Consejo Superior tomó la medida definitiva de suprimir el internado del HNC “aduciendo razones económicas y morales”, profundizando el malestar de los estudiantes.

Ordenanza de los Decanos

Otro de los detonantes de la protesta estudiantil fue la llamada “Ordenanza de los Decanos”, sancionada por el Consejo Superior Universitario en diciembre de 1917 y que era una especie de reglamento del estudiante. El nuevo régimen imponía un mínimo de materias aprobadas para poder matricularse al año siguiente.
En aquella época existían solo tres facultades: Medicina, Ingeniería y Derecho, pero dicha ordenanza afectaba especialmente a los estudiantes de Ingeniería por la cantidad de materias que cursaban por año. Para poder ser alumno regular había aprobar todas las materias del año anterior. Aunque había excepciones. Por ejemplo, se podían adeudar dos materias si en el año se dictaban más de cuatro. En Ingeniería se dictaban ocho al año.

Asistencia. “Al alumno regular de un curso que dejare de asistir a la cuarta parte de las clases que se hayan dictado sobre la materia, quedará libre de ella”. (Artículo 3º)
Régimen activo-pasivo. “El estudiante que interrumpa sus estudios universitarios por más de tres años podrá continuarlos sometiéndose, previamente, a un examen sobre los principios esenciales de las materias que hubiere aprobado con anterioridad”. (Artículo 5º)
Tribunales. En los exámenes parciales la mesa examinadora estaba compuesta por tres miembros, mientras que en los generales y de tesis por cinco.
Bolillas. El reglamento exigía al estudiante sacar “dos bolillas a la suerte y sobre los puntos del programa contenidos en ella…Durarán como mínimo 15 minutos en las materias teóricas y 20 en las prácticas y experimentales”. Los estudiantes libres debían sacar tres bolillas, y el mínimo era de 30 minutos.
Turnos. Se fijaban tres turnos de examen: noviembre, marzo y julio. El régimen de calificaciones era igual al actual, una escala de uno al 10. A partir de cuatro se consideraba un examen regular.
Triple bochazo. “El estudiante que hubiere sido reprobado tres veces una materia, no podrá continuar estudios en la misma facultad”. (Artículo 29º)
Arancel. Había que pagar un arancel y un derecho a examen. Aunque se podía eximir si el estudiante cumplía las condiciones de “pobreza comprobada por información judicial, conducta intachable y haber obtenido un promedio mínimo de ocho puntos en el curso anterior”.

Estos dos sucesos fueron “las gotas que rebalsaron el vaso”, pero la realidad era mucho más compleja debido a una serie de inconvenientes que se venían arrastrando desde hacía mucho tiempo en la Casa de Trejo (cátedras vitalicias y hereditarias, enseñanza mediocre, cargos académicos y administrativos digitados, planes de estudios retrógrados, nula investigación, etc.). La situación era prácticamente insostenible. Las autoridades pensaron que el reclamo estudiantil no iba a tener mayores consecuencias ya que era diciembre y pronto empezarían las vacaciones, por lo que al año siguiente los jóvenes olvidarían todo lo sucedido. Pero lejos estuvo de ser así. En marzo de 1918, al retornar de las vacaciones del verano, los estudiantes empezaron a organizar las primeras asambleas del año, convocadas por los centros de Ingeniería y Medicina. El 7 de marzo, el Consejo Superior modificó el régimen de calificaciones. Los ánimos se caldeaban cada vez más y los estudiantes decidieron “ir por todo” y en la asamblea de estudiantes de medicina, presidida por Gumersindo Sayago, se resolvió que los alumnos no se inscribieran y que los practicantes dejaran sus lugares en el Clínicas.

Las resoluciones fueron claras: si los reclamos efectuados a finales de 1917 no eran satisfechos se convocaba a la huelga estudiantil. Esos reclamos eran: la reapertura del internado del HNC y la anulación de la llamada ‘Ordenanza de los Decanos’. La sordidez de los miembros del Consejo Superior de la UNC no podía ser mayor ya que no sólo se negaban a tratar el pedido, sino que responden con un nivel de altanería y pedantería, alcanzando el punto de negar toda existencia de los centros de estudiantes. Ante ello, el domingo 10 de marzo de 1918 se volcaron a las calles produciéndose la primera gran manifestación de protesta donde miles de estudiantil marcharon en reclamo de las medidas arbitrarias adoptadas por las autoridades universitarias, exigiendo además la democratización y modernización de la universidad. La Reforma Universitaria se había puesto en marcha. Los jóvenes, vestidos con trajes y sombreros de época, se concentraron en la antigua plaza General Paz, desde donde marcharon por la avenida del mismo nombre. Durante el recorrido se realizaron varias paradas en las cuales los líderes arengaban a la masa con elocuentes y vibrantes discursos. La primera de ellas se realizó en el Club Social y la segunda en la Facultad de Ingeniería, concluyendo la manifestación en la plaza Vélez Sarsfield. Entre otros oradores se encontraban: Alfredo Brandán Caraffa, Horacio Valdés, Gumersindo Sayago, Ismael Bordabehere, Cortés Plá y Jorge Bazante. A partir de este primer empuje reformista, nace el Comité Pro Reforma, estado mayor de la revuelta estudiantil y antecedente de la actual Federación Universitaria de Córdoba (FUC).

Comité Pro Reforma

El Comité Pro Reforma estaba integrado por ocho integrantes de cada una de las tres facultades, liderados por Horacio Valdés (Derecho), Ernesto Garzón (Ingeniería) y Gumersindo Sayago (Medicina). Este comité será fundamental en la organización y decisión del nuevo movimiento. A raíz de todo ello es que sus miembros reciben distintos tipos de amenazas. A Sayago le reprochan haberle dado un puesto de ayudante de anatomía patológica. Él les contestará públicamente diciendo que «dicho cargo lo obtuvo porque realmente le correspondía por tener la nota más alta en esa materia y el mayor promedio de calificaciones de la Facultad de Medicina», y concluye sosteniendo con firmeza que «nunca va a claudicar en sus ideas ni va a traicionar a sus compañeros ni al movimiento».

Solicitud del Comité Pro Reforma Universitaria a José S. Salinas

La agitación había alcanzado niveles inéditos. El conflicto, que ya había trascendido los límites de la propia provincia, encontró aliento y adhesión en las otras universidades del país. El domingo 31 de marzo el Comité Pro Reforma Universitaria declaró la huelga general, por lo que el 1º de abril, día de apertura del ciclo académico de 1918, ni un solo estudiante concurrió a clase. Ante tal situación, la respuesta del Consejo Superior con el Rector Julio Deheza a la cabeza, fue decretar el 3 de abril la clausura de la Casa de Trejo por tiempo indeterminado. Esta actitud autoritaria, impulsó al Comité Pro Reforma a peticionar al día siguiente ante el Ministro de Justicia e Instrucción Pública José S. Salinas la inmediata intervención de la universidad y una audiencia para sus delegados. Para la misma fueron designados Gumersindo Sayago, Horacio Valdés y Eduardo Renella (finalmente éste no viajará, remplazándolo Enrique Barros). Al momento de partir los estudiantes cordobeses se comunicaron con todas las federaciones hermanas -Buenos Aires, La Plata, Santa Fe y Tucumán-, solicitando que sus delegados bajen a la Capital Federal, para realizar una gran junta universitaria. Salinas los recibió el 9 de abril, pero los reformistas advirtieron que la huelga no se podía sostener en el tiempo y concluyeron que era necesario lograr un acercamiento con el presidente de la nación, Hipólito Yrigoyen, para poder plantearle la intolerable situación que reinaba en la universidad cordobesa.

Acercamiento al presidente Yrigoyen

Sin embargo, había una dificultad ya que buena parte del estudiantado no compartía la decisión presidencial de que Argentina se mantuviera neutral durante la Primera Guerra Mundial, iniciada en 1914. Es por ello que Saúl Taborda, vinculado al anarquismo, se contactó con dirigentes de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) -de estrechas vinculaciones con Yrigoyen- quienes lograron y fueron garantes del encuentro. La audiencia se produjo el 11 de abril de 1918 a las 16hs en en Buenos Aires. Guillermo Watson (de la FUBA) presentó a la delegación cordobesa. Yrigoyen, contra lo esperado, los recibió amablemente: peguntó y escuchó. Gumersindo Sayago aseguró que “en la actual universidad el estudiante no cuenta”; Horacio Valdés no habló. Enrique Barros señaló “que era el régimen universitario y no los reglamentos el que impide el funcionamiento fructífero, que deben disolverse las camarillas de las Academias, y que a las cátedras deben llegar los mejores y no los incondicionales”. Para eso hemos llegado a V.E, dijo el estudiante de medicina y, ante el silencio que provocaron sus palabras, agregó: “No hemos venido a ver al presidente de la república, sino al hombre que ha conspirado durante treinta años contra la oligarquía, y pudo haber muerto antes de alcanzar la primera magistratura». Esas palabras de Barros impresionaron a Yrigoyen, que a partir de ese momento lo llamó el ‘Canciller de la Reforma’ y se convirtió en hombre de consulta. El presidente aceptó despachar la intervención, saludó a todos y les dijo: “Esperamos ahora la colaboración de vuestras señorías”. La entrevista con Yrigoyen derivó en un rotundo cambio del liderazgo reformista, que fue asumido por Enrique Barros.

Nicolás Matienzo, el primer interventor

El 12 de abril de 1918 los representantes de la FUA fueron nuevamente recibidos por el presidente Yrigoyen, quien les dijo: «Veo en la Reforma Universitaria la posibilidad de una decisiva contribución al renacimiento idealista de la república». Esa noche, los referentes del Comité Pro-Reforma Universitaria, Barros, Sayago y Valdés, se reunieron con el Procurador General de la Nación, Nicolás Matienzo, para ajustar su futuro proceder. El interventor llegó a Córdoba el 16 de abril siendo recibido por una ruidosa manifestación estudiantil. El 31 de mayo presidió la Asamblea Universitaria la cual, entre otras, dispuso suprimir la ‘Ordenanza de los decanos’, restituir el internado del HNC, reanudar las clases, y transferir el poder a los profesores convocando a titulares y suplentes para elegir autoridades. Además, se eligió los representantes de los consejos directivos: decanos y vicedecanos, se constituyó el consejo superior, el cual eligió a Belisario Caraffa como vicerrector y, por último, fijó una nueva convocatoria para el 15 de junio, a efectos de elegir al futuro rector. Al cerrar el ciclo, Matienzo saludó a los estudiantes y dijo: «Saludo a vosotros, a la ilustre Universidad de Córdoba, en este día que se abre una nueva época de su existencia».

Según los estudiantes reformistas «la elección de los consejos directivos fue la primera decepción que sufrimos sin embargo no quisimos perder la esperanza de que todo nos fuera arrebatado». Por otra parte, el ordenamiento de Matienzo privó a Nores de sus «argumentos reformistas», pero no de su poder electoral, ni del influyente diario católico ‘Los Principios’, del que era copropietario y presidente del directorio, haciendo que su candidatura se proyectara naturalmente. Los estudiantes advirtieron tarde el peligro, quienes se reconocieron débiles para imponer un candidato propio. En el entorno del ex rector Julio Deheza se promovió la búsqueda de un candidato para enfrentar a Nores, surgiendo la candidatura de Enrique Martínez Paz, un joven y prestigioso profesor. Tanto el gobierno provincial, con Julio Borda a la cabeza, como la FUC y la FUA, adhirieron a dicha candidatura.

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Creación de la Federación Universitaria Argentina (FUA)

El estudiantado universitario argentino se une. Horas después de dicha reunión, los estudiantes cordobeses se reunieron con los delegados de las otras federaciones estudiantiles en el local del Círculo Médico Argentino, donde funcionaba la sede del centro de estudiante de Medicina de la FUBA. En dicho encuentro se propuso la creación de un organismo representativo que agrupara y organizara permanentemente a todos los universitarios argentinos. De esta manera el día 11 de abril de 1918 se constituyó la FUA. Allí mismo se convocaron 500 asistentes para participar del primer acto público de la naciente federación, en solidaridad con los combativos estudiantes de la universidad trisecular. Abrió el encuentro Guillermo Watson, dieron breves arengas otros ocho delegados y un invitado especial: Manuel Ugarte. El discurso de fondo lo hizo Horacio Valdés, finalizando el encuentro a medianoche. Soplaban vientos de cambio.
La FUA se constituyó agrupando a la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), Federación Universitaria de La Plata (FULP), Federación Universitaria de Córdoba (FUC); Federación Universitaria de Santa Fe (FUSF) y la Federación Universitaria de Tucumán (FUT). Su primera comisión estaba integrada por los siguientes miembros:

Presidente: Osvaldo Loudet (FUBA)
Secretario General: Hiram Pozzo (FUC)
Vocales: Raimundo Meabe (FUBA); Julio V. González (FULP); Carlos Lloveras (FULP); Guillermo Watson (FUBA), Humberto Gambino (FUSF), Alejandro Terrera (FUT) y Gumersindo Sayago (FUC).

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Creación de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC)

Como consecuencia de la entrevista de los estudiantes cordobeses con el presidente Hipólito Yrigoyen todo cambió. También la conducción estudiantil, consolidándose la vanguardia Barros-Valdés-Bordabehere, referentes de las tres facultades de nuestra universidad en ese momento: Medicina, Derecho e Ingeniería, respectivamente. En tanto que el liderazgo reformista fue asumido resueltamente por notorios intelectuales egresados unos años antes: Deodoro Roca, Saúl Taborda, Arturo Orgaz y Arturo Capdevila. Asimismo, el Comité Pro Reforma, de corta pero fructífera vida, deja de existir para transformarse ya que el 16 de mayo de 1918 nace la FUC, cuya Acta de Constitución reza:
“En la ciudad de Córdoba a los diez y seis días del mes de mayo de mil novecientos diez y ocho, reunidos en el local del Centro Estudiantes de Ciencias Médicas los señores delegados por los Centros de Medicina, Derecho e Ingeniería, anotados al margen, se declara constituida la Federación Universitaria de Córdoba, bajo la presidencia del señor presidente del Centro de Medicina don Enrique F. Barros y secretario actuante, siendo las 6 pm.”

Durante su primer año de existencia la FUC será presidida por el mencionado triunvirato: Barros, Bordabehere y Valdés; siendo el resto de los delegados Emilio Biagosch, Jorge Bazante, Alfredo Castellanos, Ernesto Garzón, Ceferino Garzón Maceda, Antonio Medina Allende, Luis Mendes, Julio Molina, Ángel Nigro, Gumersindo Sayago, Natalio Saibene y Carlos Suárez Pinto. Unas semanas antes, más precisamente el 1º de mayo de 1918, estos jóvenes estudiantes comenzaron a editar la ‘Gaceta Universitaria’, inicialmente como órgano de la ‘Juventud Universitaria’ y a partir de la 4º edición ya se presenta como órgano de la recientemente creada ‘Federación Universitaria de Córdoba’. Hace cien años el estudiantado reformista cordobés se organizaba, se expresaba y salía a la calle; apropiándose del rol protagónico sin miramientos, bregando por una nueva universidad.
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Elección del Rector 

Conforme estaba previsto en los estatutos fijados por Matienzo unos meses antes, la Asamblea Universitaria fue citada en el Salón de Grados de la «Casa de Trejo» para la elección del Rector el sábado 15 de junio de 1918 a las 15hs. Ese día se movilizaron una gran cantidad de estudiantes, munidos de silbatos, lo cual impidió ser dispersados por los matones que llevaron los rivales. En la primera hora se dio la votación. El Dr. Enrique Martínez Paz, candidato impulsado por los estudiantes, resultaba derrotado en tercera vuelta por el Dr. Antonio Nores, candidato de la Corda Frates y dueño del periódico ultra clerical Los Principios. La diferencia entre ambos fue, finalmente, de cuatro votos (23 a 19), debido a que muchos de los electores del tercer candidato expectable en la primera y la segunda vuelta (Alejandro Centeno), presumiblemente presionados por la Corda, dieron su voto a Nores no obstante haberse comprometido a no hacerlo.

Casi al mismo tiempo en que se conocía el resultado adverso de la votación y antes de que se consumase la victoria decenas de estudiantes empezaron a hacer sonar sus silbatos, forzaron la puerta del salón y arremetieron hacia su interior destrozando vidrios, muebles, objetos y retratos de antiguos rectores, cuyos restos eran arrojados por las ventanas hacia la calle Obispo Trejo sin el menor miramiento. El tumulto fue infernal. Fueron dos horas de caos. Muchos de los electores escaparon y el resto de profesores reaccionarios fueron expulsados a empellones. El mismo Nores trató de escabullirse con las actas, pero fue interceptado por Gumersindo Sayago, quien las recuperó. Mantuvieron tomada la Universidad, declararon de inmediato la segunda huelga general y durante varias horas ejercieron la más desopilante irreverencia –una conocida fotografía los muestra, desafiantes, parados o sentados sobre el escritorio del Rector mientras “descolgaban” cuadros. Los mayores -Saúl Taborda y Deodoro Roca sobre todo- impidieron, según testimonios posteriores, que la destrucción fuera aún mayor o total. Casi toda la falsa galería de ex rectores quedó devastada, los solemnes cortinados morados fueron arrancados y convertidos en divisas reformistas. Hacia el final de la tarde, mientras desalojaban la Universidad, apedrearon la Compañía de Jesús arrojando contra ella todo lo que hallaron a su paso. Los estudiantes vieron la mano del ‘siniestro escuadrón de Loyola’ moviéndose en las sombras. La revuelta continuó en la calle con la consigna: ¡Dogmas no, Frailes no! La FUC despachó una circular a sus federaciones hermanas, que iniciaba diciendo: «Córdoba está desconocida…».

El Dr. Nores asumió al día siguiente pero las crecientes agitaciones callejeras y la paralización total de las actividades universitarias le impidieron ejercer el rectorado. A partir de dicho acontecimiento se abrió un periodo de indefinición, es por ello que Enrique Barros se estableció en Buenos Aires para lograr una nueva intervención del Poder Ejecutivo Nacional. La organización estudiantil centralizada y lo popular de su causa permitieron este golpe de audacia. El gobierno vacila, pues comprende que una nueva intervención tendrá que dar amplio cumplimiento a los pedidos estudiantiles. Se viven meses agitados, prueba de la madurez alcanzada por la lucha. La Reforma Universitaria se convirtió en anticlerical, sorprendiendo a la propia Iglesia, la que sólo atinó a reaccionar veinte días después con la pastoral del Obispo de Córdoba, Fray Zenón Bustos y Ferreira, quien acusa a los estudiantes de incurrir en «prevaricato franco y sacrilegio», y asumiéndose a partir de ese entonces como la anti reforma. Días después el Consejo Superior clausuró la universidad.

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Publican el Manifiesto Liminar 

Es el nombre dado a la proclama de los estudiantes reformistas nucleados en la FUC durante la Reforma Universitaria de 1918, publicada como edición extraordinaria el día viernes 21 de junio de 1918 en la edición Nº 10 de La Gaceta Universitaria. En él quedó plasmado por escrito el pensamiento y objetivo reformista siendo adoptado como documento programático por dicha federación, y constituyéndose como base de la reforma universitaria argentina. El Manifiesto Liminar fue firmado por los estudiantes que conformaban la FUC, representantes a su vez de las tres facultades existentes por aquel entonces en la universidad cordobesa.
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Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios

El programa de la reforma desbordó los aspectos puramente docentes e incluyó toda una serie de planteamientos político-sociales, que aparecen ya insinuados en el propio Manifiesto Liminar. La necesidad de dar una nueva organización a las universidades argentinas, con la cual fuese posible el cumplimiento de los designios de la juventud, fue uno de los motivos principales de la reunión del Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios convocado por la FUA. Se celebró en Córdoba del 20 al 31 de julio de 1918 y se componía de sesenta estudiantes de las cinco universidades del país, a razón de doce representantes por cada una. El Congreso nombró de su seno una comisión especial de cinco miembros, uno por cada Federación Universitaria, encargada de dictaminar sobre el tema de referencia. El despacho de la comisión constaba de varios capítulos. La redacción del relativo al nuevo régimen político de las universidades estuvo a cargo del estudiante delegado por  la Federación Universitaria de Buenos Aires, Guillermo J. Watson.
Por los fundamentos del despacho de la comisión, el congreso sancionó dos proyectos que contienen los principios sobre los cuales debía organizarse la Nueva Universidad siendo la más temprana formulación del programa reformista: 1) un “proyecto de ley universitaria” con que se aspiraba a sustituir a la ley nacional 1579, conocida con el nombre de «ley Avellaneda”, vigente para las universidades de Córdoba y de Buenos Aires, y a la ley- contrato 4699, mediante la cual se nacionalizó la Universidad de La Plata; 2) un proyecto de “Bases generales de organización”. Con arreglo a estas bases se redactaron o reformaron (1918-1922) los estatutos de todas las universidades argentinas. La mayor parte de los principios que forman parte del ideario reformista se encuentran expuestos en los Proyectos de Ley Universitaria y Bases Estatutarias elaborados en el transcurso del Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios. En esencia, esos principios están relacionados con:

1) La coparticipación de los estudiantes en el gobierno universitario
2) La vinculación institucional de los graduados
3) La asistencia libre a clases
4) El ejercicio del profesorado libre
5) La periodicidad de la cátedra
6) El carácter público de actos y sesiones de los órganos de gobierno
7) La extensión de la Universidad fuera de su recinto, es decir, la difusión de la cultura universitaria
8) La asistencia social a los estudiantes
9) El respeto a la autonomía universitaria
10) La apertura de la Universidad al pueblo

Demora en la intervención

El 2 de agosto, un nuevo decreto presidencial dispuso una segunda intervención en la universidad cordobesa, suspendiendo a todas las autoridades y nombrando al Dr. Telémaco Susini, un intelectual comprometido con las cuestiones sociales y educativas, de tendencia liberal, progresista, reformista y laicista. La elección de una figura como Susini, profundamente anticlerical, sacudió a la Corda Frates, provocando la protesta y la crítica de todos los círculos conservadores y clericales. La tensión aumentaba advirtiéndose una vacilación oficial, por lo que Susini no llegó a entrar en funciones.  Finalmente, el 7 de agosto, ante la ingobernable situación, se produjo la renuncia del efímero rector Antonio Nores y de sus principales sostenedores. Se nombró al vicerrector Belisario Caraffa para este cargo, sin embargo, tampoco este nombramiento duró mucho ya que el 14 de agosto presentó la renuncia, al igual que los decanos de las facultades de Derecho, Julio Echegaray; de Ciencias Médicas, Eliseo Soaje; y de Ingeniería, Vicente Vázquez de Novoa. La Reforma era ya un conflicto nacional.

Las autoridades universitarias y el propio gobierno intentaban diluir el conflicto mediante continuas dilaciones. Por ese mismo motivo los estudiantes mantenían la agitación. En la madrugada del 15 de agosto, a dos meses del estallido del Rectorado, se produce un atentado nocturno que no fue reconocido sino hasta transcurrido mucho tiempo. Un grupo de estudiantes reformistas, entre quienes se encontraban algunos de los referentes reformistas, como Ismael Bordabehere, Horacio Valdés, Ceferino Garzón Maceda, Antonio Molina, Antonio Medina Allende, Emilio Biagosch, Natalio Saibene, Juan Carlos Roca, provisto de gruesas sogas, derribó y arrastró la estatua del doctor Rafael García -emblema del clericalismo profesoral- que estaba ubicaba en la Plazoleta de la Compañía (sin lograr el cometido, habían querido hacer lo propio con la estatua de Trejo el 15 de junio). Amparados por las confusiones del alba, retornaron al lugar Antonio Molina, Horacio Valdés y Juan Carlos Roca, para rescatar las sogas y dejar el testimonio elocuente de un cartel que decía: “En Córdoba, sobran ídolos y faltan pedestales”, con el propósito de ofrecer a la ciudad un pedestal para emplazar la estatua de Sarmiento, de Mitre o de Avellaneda”.

Motivos contra Rafael García sobran. En 1884, este rector rechazó la tesis del entonces estudiante Ramón J. Cárcano, quien estaba a favor de la enseñanza laica y la separación de la Iglesia del Estado. Uno de los presidentes de la FUC declaró que a la estatua “la había volteado el viento”. Sin embargo, una manifestación de desagravio y condenación del acto, puso de pie la estatua volteada, recibiendo incluso unánime repulsa de los medios (incluido La Voz del Interior, que apoyó a los estudiantes en todo lo demás) y de la sociedad bien pensante. El diario Los Principios, en editorial titulado “La profanación”, dice que la estatua derribada “torpemente”, era la “de un gran hombre” (García), y “representaba toda una era de ciencia y de virtud».

Toma del Rectorado

El esperado decreto de la segunda intervención de la UNC planteado como una extensión del anterior se conoció el 23 de agosto, siendo designando como interventor el Dr. José Santos Salinas, Ministro de Justicia e Instrucción Pública. La satisfacción que produjo derivó en un gran encuentro estudiantil. Soplaban vientos a favor de la revolución universitaria pero la dilatación de la llegada de Salinas a Córdoba impacientaba a los estudiantes. La situación se hacía cada vez más tensa, hasta que en los despachos ministeriales Barros recogió una sugerencia: ¡Produzcan hechos! De este modo, retornó a Córdoba para transmitir lo expuesto y organizar la ulterior maniobra con sus pares universitarios. 
La mañana del 9 de septiembre, un grupo de 83 estudiantes reformistas liderados por el triunvirato presidencial de la FUC, Barros, Bordabehere y Valdés, esperan escondidos en las adyacencias del edificio rectoral de la «Casa de Trejo». Cuando a las 8 hs. el portero abrió las puertas se produjo la irrupción de los estudiantes quienes, una vez adentro, inmediatamente cierran las puertas, le colocan llave e improvisan una barricada con el mobiliario que encontraron a su paso. Durante la ocupación subieron a la azotea donde por primera vez izaron la bandera reformista. Aproximadamente al mediodía, se presentó una compañía del Regimiento 13 de Infantería y otra del Regimiento 4 de Ingenieros, quienes entraron al edificio y arrestaron a los 83 estudiantes, siendo acusados de sedición. Mientras los «rebeldes» eran trasladados hacia el Batallón 141, por las calles de la ciudad cientos de personas lanzaban vítores a los jóvenes estudiantes.

Allí produjeron un curioso documento, dirigido al pueblo y datado en Córdoba Libre ese mismo día. Hacia el mediodía intervino el Juez Federal ordenando el desalojo, llevado a cabo por la Compañía del Regimiento XIII de Infantería. Así ocurrió, y sin oponer resistencia, los estudiantes -acusados de sedición- fueron apresados y conducidos al cuartel del Regimiento IV de Ingenieros Motorizados, en el Parque Sarmiento.

El hecho de que hayan decido ingresar 83 estudiantes tiene relación con las víctimas que se produjeron durante la toma de la Bastilla en la Revolución Francesa, en la cual perecieron 83 personas. Ello demuestra no sólo el grado de organización sino también el romanticismo del estudiantado reformista. La toma estudiantil, aunque breve dio resultado ya que precipitó la segunda intervención de la universidad determinada por el presidente Hipólito Irigoyen. De esta manera el 11 de septiembre llegó a Córdoba el interventor José S. Salinas, quien se desempeñaba como Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación.

El advenimiento de una nueva universidad

Pocos días después de la toma del rectorado, el gobierno de Hipólito Yrigoyen envió finalmente al interventor quien aceptó sin condicionamientos el triunfo reformista. Con la llegada del Dr. Salinas se reorganizó la universidad: restructuró los consejos de cada facultad, revisó la constitución del todo el cuerpo de profesores, se modificó el Estatuto Universitario y los planes de estudio de las carreras de cada facultad. Además, se estableció la participación orgánica de los estudiantes en la Asamblea Universitaria, la periodicidad de las cátedras, la docencia libre, la libertad de cátedra, la investigación como función de la universidad, la extensión universitaria y compromiso con la sociedad, entre otros puntos.

Se reanudan parcialmente algunos cursos, pero los estudiantes se acantonan y resisten a las fuerzas policiales: sólo el ejercicio los sacará de la Universidad. Uno de los líderes estudiantiles, Enrique Barros, es traicioneramente golpeado: el país entero se indigna. El interventor es nada menos que el doctor José S. Salinas, ministro de Justicia e Instrucción Pública del gabinete de Irigoyen lo que demuestra la importancia nacional que había adquirido el conflicto. Se suscribe un decreto de reformas el 12 de octubre de 1918.

De esta forma, los estudiantes se decidieron a librar la batalla contra las ciencias anquilosadas y los viejos dómines ya que sintieron estar “viviendo una hora americana” y “pisando una revolución”. El país replicó las consignas reformistas, sus tribunas y discursos. Las fuerzas populares, en general, dieron apoyo al movimiento y gran parte de la prensa se puso a su servicio. el gobierno nacional lo toleró, quizás, por entender que iba también contra las fuerzas que él mismo combatía. La primera batalla se había ganado, quedando en la conciencia de los jóvenes el convencimiento que para lograr el triunfo de cualquier movimiento es necesario el acompañamiento de todas las fuerzas progresistas del país. Además, se comprobaban las certeras palabras de Deodoro Roca, una de las figuras más destacadas de este difícil tiempo nuevo: “No existe la dualidad del universitario y del ciudadano. El puro universitario es una monstruosidad”. Desde esta etapa inicial del movimiento, los estudiantes actúan estrechamente unidos a todos los sectores progresistas, y en especial, al movimiento obrero, comienzan a precisar su contenido social, tanto en los programas como en la acción. Comprueban sus condiciones lamentables de vida y de trabajo, tan alejadas, sobre todo en el interior, de ese estándar elevado que los turistas imaginan porque ven por las calles obreros más o menos bien vestidos. Los estudiantes apoyan los movimientos huelguistas de los obreros, participando con las organizaciones proletarias en comités de lucha contra la ley de residencia y la llamada defensa social. Además, bregan en conjunto por las libertades públicas actuando en común con las organizaciones populares en las reclamaciones contra la carestía de la vida.

Los ideales de la Reforma Universitaria prendieron rápidamente en las universidades de Buenos Aires, La Plata, Santa Fe y Tucumán, traspasando las fronteras nacionales y extendiéndose gradualmente por toda América Latina. Córdoba se convirtió en el símbolo de la rebeldía estudiantil y su Manifiesto Liminar, dirigido a “La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América”, se constituyó en una auténtica proclama de libertad, igualdad y fraternidad. 

Con la Reforma Universitaria se inició una nueva era, no sin pesar, en las universidades argentinas y latinoamericanas. Dicha gesta aún representa el faro que ilumina el camino de la educación y el sentir social de aquellos que luchan por una sociedad más justa e inclusiva.

Postulados de la Reforma Universitaria

Reseñamos aquí algunos de los principios sustentados por la Reforma Universitaria de 1918, que transformaron a las estructuras de enseñanza de simples transmisoras de conocimientos en formadoras de profesionales que sean a la vez hombres cabales, comprometidos con la realidad nacional del momento que les toca vivir:

  1. Autonomía Universitaria: comprendía lo político, la docencia, lo administrativo y lo económico. Más allá de la supervisión de planes de estudio y homologación de títulos ejercida por el gobierno nacional a través del Ministerio de Educación, cada casa de altos estudios tuvo desde entonces facultades y atribuciones para dictar sus estatutos, organizar sus planes de estudios, elegir sus autoridades, proponer su presupuesto, etc. Con ello se deseaba evitar la injerencia del estado para subordinar al estudiantado; sin embargo, se reclamaba del mismo, los recursos económicos necesarios para la subsistencia de la universidad.
  2. Cogobierno: gobierno tripartito (democracia interna). Elección de los directivos y autoridades de la universidad mediante la participación de la propia comunidad universitaria, conformada por los claustros: docentes, estudiantes y graduados. Hasta entonces gobernada casi exclusivamente por el estamento docente, esta fue quizás la innovación más audaz.
  3. Concursos de oposición: para la selección del profesorado, y que estos tengan un período de tiempo en la impartición de las cátedras.
  4. Docencia libre o libertad de cátedra: consecuencia de la autonomía, el ingreso y designación de docentes en base a concursos libres y abiertos se propuso como medio de desterrar connotaciones políticas e influencia de poderes en el acceso de los profesores a las cátedras. Es decir, que exista la posibilidad de que toda persona con capacidad y vocación docente pueda incorporarse a la universidad, sin tener la obligación de seguir un orden dogmático preestablecido, a fin de asegurar la pluralidad ideológica.
  5. Investigación como función básica de la universidad: retomando viejos reclamos se reafirmó el papel esencial que desde su nacimiento tuvo la universidad como permanente usina productora de conocimientos.
  6. Asistencia libre y democratización del ingreso: para que exista una flexibilización en las jornadas académicas, de tal manera, que se permita a la clase obrera desempeñarse como estudiantes y trabajadores de manera paralela; además para que nadie tenga privilegios en los ingresos, y de esta manera sean excluidas personas talentosas.
  7. Gratuidad de la enseñanza: para aproximar los conocimientos a los diferentes estratos sociales, y que no sea de exclusividad para algunos privilegiados.
  8. Reorganización académica: creación de nuevas escuelas y modernización de los métodos de enseñanza; es decir una docencia activa, que consienta el continuo mejoramiento de la formación de los profesionales que se integran en las aulas universitarias.
  9. Vinculación con el sistema educativo nacional: que exista una simbiosis efectiva con los otros niveles de enseñanza previos.
  10. Extensión universitaria: se complementaron los objetivos de enseñanza e investigación con el de transmisión de conocimientos y servicios o extensión hacia el medio en que la universidad se inserta, constituyendo así la terna de funciones basales e insustituibles de la universidad actual. El fortalecimiento de la función social de la universidad, cuyo objetivo es la resolución de problemas de la sociedad y así contribuir al bienestar de la nación.
  11. Compromiso social de la universidad: relacionado con el punto anterior, se reconoció la permanente y estrecha relación que debe tener toda universidad con la sociedad en la que convive y con cada momento histórico de esa sociedad, hasta convertirse en un reflejo del cuerpo social y del tiempo en que actúa.
  12. Unidad latinoamericana: para buscar la integración con otras universidades y con ello luchar contra todas las formas de autoritarismos.