CLAUDIO BUSTOS·MARTES, 6 DE FEBRERO DE 2018
*Claudio Bustos y Leandro Carbelo en el trabajo “Reforma Universitaria, la voz de los estudiantes”
No hay fotografías de esos días, no la hubieran pretendido, ni siguiera conseguí un registro fotográfico de su vida o historia, más allá de las notas periodísticas de La Voz del Interior de 1918, por eso creí que sin distinguir el género que sindica nuestro documento, reviviríamos la militancia de Prosperina Paraván.
Ella no comprendió que estaba trascendiendo más allá de las simples acciones de rebeldía con las que debió batallar desde su primer día en un aula, solo reservada a hombres de apellido, en la Universidad Nacional de Córdoba de principios del siglo XX.
Prosperina Paraván sentía lo que siente cualquier mujer que desafía los límites que escritos o tácitos, que impone la tradición de reservar los cambios universitarios a hombres. En su pedido de incorporación a la recientemente creada carrera de Odontología, no se encontró objeción formal alguna, de hecho los escasos antecedentes lo indicaban, por lo que como se sabe, su voluntad y la de tres mujeres más, hizo la diferencia e ingresó a la Universidad Nacional de Córdoba.
Para 1918 no tenía compañeras en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales o en la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tan solo en la Facultad de Ciencias Médicas, podía cruzarse con 6 estudiantes de Ciencias Químicas y menos de diez en Medicina. Creamos que el machismo primaba en el acceso a la educación en esa época, pero Prosperina no hubiera visto compañeras en el Colegio Nacional de Monserrat hasta 1998 donde tras escándalos de proporción, se les permitió el ingreso.
Sus estudios comenzaron con un grave conflicto del que participaron otras mujeres, las Hermanas de la Caridad que como práctica menor, desarrollaban las funciones de custodias del internado del Hospital Nacional de Clínicas, además del de enfermeras.
Las monjas, llevaban un severo régimen en el espacio físico en el que los practicantes internos, podían pernoctar en el Hospital y para la época, las diez de la noche era el tiempo límite para el ingreso tanto para los que estarían de guardia como para los otros.
Los jóvenes habían invadido el Barrio que abrazaba el lugar, en numerosas pensiones, casas de familias y conventillos, por lo que con la vida, siempre viene la cultura vital de proveen los portadores de guitarras y bombos que llegaban del norte del país. Y, los practicantes, no serían los distintos en el nuevo orden, por lo que con más alegría que años, llegaban a dormir luego que las monjas dieran doble cerrojo a la puerta de ingreso lateral al hospital.
Las Autoridades de la Facultad tomaron la decisión típica de la vieja Universidad, con manu militari, cerró el internado y propició la restricción de derechos que enardeció al Centro de Estudiantes de Ciencias Médicas.
En marzo del 18´ nadie se matriculó en protesta, Prosperina icluida, por lo que el Rectorado decidió más restricción y clausuró las clases sin que comenzaran. La rebelión fue generalizada, los estudiantes ahora querían cursar en una Universidad con los mismos derechos que garantizaba Hipólito Yrigoyen en el país.
Se poblaron las calles bajo la bandera del Comité Pro Reforma Universitaria que encabezaban los dirigentes de los Centros de Estudiantes, entre ellos Enrique Barros, reclamando una Córdoba Libre, una Universidad para los jóvenes Estudiosos.
Los del Comité Pro Reforma Universitaria, querían la creación de una Federación de Centros de Estudiantes como la que se produjo por esos días a nivel nacional con el surgimiento de la Federación Universitaria Argentina, por la que propiciaron elecciones en todos las Facultades. En Ciencias Médicas lo eligieron a Enrique Barros, que estudiaba Medicina y eso provocó cierto recelo en las Escuelas que tardíamente fundaron el Centro de Estudiantes de Farmacia (Ciencias Químicas) y el Centro de Estudiantes de Odontología. En esta última, decidieron que no adherirían a la Federación y mantuvieron una posición crítica con los reformistas.
Prosperina no coincidía con esas decisiones arbitrarias y de celos varoniles por el protagonismo político que no tenían otra explicación para obviar la ola reformista que se vivía en la Córdoba del 18´. Más aun cuando producidos los hechos del 15 de junio, su Centro de Estudiantes que había sido rechazado desconocido en la FUC, eligió una posición crítica para con ambos bandos en pugna. Ella igualmente marchó por las calles y enfrentó la represión que se reiteradamente ofreció una policía conservadora que poco caso le hacía al gobierno de Borda.
Allí pudo conversar con Enrique Barros, que auspició el acto de revelarse a la moral conservadora de reconocer a la mujer y acordaron convocar a la asamblea de estudiantes de Odontología para determinar si adherirían o no a la Reforma y a la FUC.
Así fue que el 19 de junio se reunieron los estudiantes de Odontología, en el Centro de Estudiantes de Ciencias Médicas y bajo la presidencia de Prosperina, resolvieron:
1º.- Aceptar con viril entusiasmo la invitación de la Federación Universitaria de Córdoba, para enviar a su seno, un delegado provisorio.
2º.- Nombrar al señor Vicente Decoud para llenar ese cometido.
3º.- Munirlo del presente documento firmado por todos los adheridos, que lo acredite en su carácter de delegdo.
Properina Paraván, Inés Rosenblatt, Santiago Palacios, R. Santillán, Alberto R. Vidal, Elías Discowsky, J.A. Balzaretti, Roberto Libedinsky, F. Lanza Castelli, A. Barbalat, J.M. Lurá, Luís Sigal, V. Decoud, Martín Torres, Gregorio Dicowsky, José Luís Silva (h).
No lograron normalizar el Centro de Estudiantes porque los conflictos eran más crudos que la posibilidad de darse esa oportunidad. Así es que participó de las protestas y luego, con la llegada de la intervención, de las propuestas de reformas a su plan de estudios.
Con el triunfo de la Reforma y la asunción del Rector Eliseo Soaje, ella, como todos los reformistas, volvieron a las aulas porque el éxito de la gesta, también debía revalidarse en el estudio. Y aunque continuó vinculada al Consejo Consultivo de su Escuela, se iría perdiendo en el relato histórico que privilegió los prohombres románticos que posaron ese 9 de septiembre en el techo de la Universidad.
Lo cierto es que la política mantuvo su idea cerrada de “la cosa de hombres” hasta que otras olvidadas, hicieron posible la otra historia de la Reforma Universitaria que en su lucha libertaria, fue dejando postergado el principio de la igualdad con equidad para todos en la Educación Pública.
Este homenaje, y el que esperamos pueda publicarse con nuestro trabajo “Reforma Universitaria, la Voz de los Estudiantes”, es para todas aquellas Prosperinas que no se dejaron doblegar por la tradición invisible e hicieron visible su construcción Reformista, con lo más sagrado que tenemos, militar soñando en una Universidad que nos contenga a todos.
Fuentes: “La Voz del Interior” de junio de 1918 (se puede consultar en la Biblioteca Mayor de la UNC y en la Hemeroteca de la Legislatura de Córdoba). “revista de la Universidad de Córdoba” tomo del año 1920 (se puede visitar en el repositorio de la UNC, a través de su web). “La Gaceta Universitaria” de 1918 (se encuentra disponible en la Casa de la Reforma Universitaria) y el libro “Estadísticas Universitarias de la Universidad Nacional de Córdoba 1613-2013” de la colección 400 años de la UNC (se puede descargar desde la web de la UNC).-