Nace en Tucumán, en el Noroeste argentino, en 1882, y se educa en la vecina provincia de Santiago del Estero (de donde procedían su padre y abuelos paternos), desde 1884 a 1898. Se traslada luego (1889) a Buenos Aires, donde inicia estudios de Derecho que quedan truncos: su vasta formación humanística será una obra de autodidacta. Trabaja en el periodismo, ingresa en la docencia secundaria y luego en la universitaria (Universidad de La Plata, 1908). En 1903 publica un primer libro de poesía: La victoria del hombre, y se integra al grupo de la revista Ideas, fundada en 1903 por Manuel Gálvez y J. Olivera, donde se vincula con jóvenes intelectuales que comparten su búsqueda reinvindicatoria de una tradición nacional. Su viaje a Europa, en 1907, le aporta los elementos para escribir La restauración nacionalista (1909), libro que despertará polémicas. A partir de aquí, desarrolla una obra ingente en la investigación, el pensamiento y la creación literaria. Reconocido en todo el ámbito de habla hispana, obtiene, dentro de su país, las más altas distinciones (Gran Premio Nacional de Letras, 1923) y posiciones académicas: miembro de las Academias de Letras y de Historia, rector de la Universidad de Buenos Aires, donde inauguró la Cátedra y el Instituto de Literatura Argentina. Su casa –cifra de su estética eurindiana– es hoy, por su donación, uno de los museos de la ciudad capital.
En 1930, Rojas, que no había tenido actuación política partidaria, se suma a la Unión Cívica Radical, después de haber sido destituido el presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, líder del radicalismo, por un golpe de Estado. Sufre la persecución del régimen militar y es encarcelado en Ushuaia, donde continúa escribiendo. Una vez liberado vuelve a la enseñanza universitaria, pero renuncia a sus cátedras y a la dirección del Instituto de Literatura Argentina en 1946, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, del que es opositor. Muere en Buenos Aires el 19 de julio de 1957
Ricardo Rojas, se propuso realizar, en el ámbito universitario, una profunda democratización y renovación de la vida académica. Se muestra admirador de la tradición oxoniense, a pesar de su anticuado protocolo exterior, por su respeto de la individualidad del alumno, su libertad creativa, su acento en la educación del carácter y la confraternidad sencilla entre profesores y discípulos. Fue un decidido defensor del espíritu de la Reforma Universitaria de 1918; apoyó la asistencia libre, la docencia libre y la representación estudiantil, la gratuidad de la enseñanza, el régimen de concursos y el ingreso irrestricto; tanto en la teoría como en su gestión como rector, salvaguardó la autonomía de la Universidad, institución a la que juzgaba clave para lograr la emancipación nacional política y económica
Horacio Castillo ha despejado en su excelente biografía ciertos equívocos en torno a la presunta oposición de Rojas a la Reforma Universitaria. En 1919 y 1920 Rojas tuvo enfrentamientos personales con alumnos de la Universidad de La Plata (a la que finalmente renunció) y fue acusado por ellos de antireformista. Pero en 1918 había sido invitado a hablar en la proclamación de la Reforma por la Universidad Nacional de Córdoba; en 1922 los reformistas lo llevan al Decanato de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y luego al Rectorado de la misma. Se lo consideraba una garantía para el triunfo definitivo de la Reforma. Cabe señalar que en 1928 la Federación Universitaria de La Plata le hizo un desagravio. (Castillo, Horacio, Ricardo Rojas, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1999: 187-201).