Alejandro Korn, nació en San Vicente, Buenos Aires, el 3 de mayo de 1860 y falleció en La Plata, el 9 de octubre de 1936, fue un médico, psiquiatra, filósofo, reformista y político argentino. Dirigió durante dieciocho años la colonia psiquiátrica ubicada en Melchor Romero (provincia de Buenos Aires) que lleva su nombre. Fue el primer funcionario universitario en América Latina en ser elegido con el voto estudiantil. Está considerado como el iniciador del pensamiento filosófico en la Argentina. Ha sido considerado como uno de «los cinco sabios» de la ciudad de La Plata, junto a Florentino Ameghino, Juan Vucetich, Almafuerte y Carlos Spegazzini.
Se graduó de médico en 1882, con una tesis sobre Locura y crimen. Ejerció su profesión en las pequeñas localidades de Navarro y Ranchos, donde se radicó. En 1888 fue designado médico de policía. En 1897 fue designado director del entonces Hospital Provincial de Melchor Romero, una verdadera colonia-hospital de 80 hectáreas (que él ampliaría a 180 ha), diseñado por su compañero de logia y genial diseñador de La Plata, Pedro Benoit y ubicado a 10 kilómetros de la ciudad de La Plata. Inaugurado como hospital general en 1884, se especializó luego en el tratamiento de enfermedades mentales. Se trata del primer hospital en su género de Argentina y probablemente de América Latina. Korn realizó un elogiado trabajo como director del Melchor Romero hasta 1916, año en que renunciaría para dedicarse exclusivamente a la filosofía. A partir de 1900 también se desempeñaría allí su hermano Mauricio Korn. En 1910 fundó la Sociedad Médica de La Plata, desempeñándose luego como su presidente.
Integró la Unión Cívica Radical desde su fundación en 1891 y en la Revolución de 1893 fue designado por la Junta Revolucionaria como Intendente de La Plata, cargo en el que permaneció pocos días hasta la derrota de la misma. En 1894 fue elegido diputado provincial por la UCR, renunciando a su banca en 1897 fue como señal de disconformidad al revelarse una serie de actos de corrupción en el Banco Hipotecario en el que estaban involucrados varios radicales de su conocimiento. En 1917 fue elegido concejal de La Plata por la UCR y postulado como candidato a diputado nacional en 1918. Pero ese mismo año se desafilió de la UCR y adhirió a las ideas socialistas, escribiendo Socialismo ético e Incipit Vita Nova: La nueva filosofía ha de libertarnos de la pesadilla del automatismo mecánico y ha de devolvernos la dignidad de nuestra personalidad libre consciente, libre y dueña de su destino… Si queremos un mundo mejor, lo crearemos… El mismo socialismo ya, más que el socorrido teorema de Marx, invoca la solidaridad, es decir, un sentimiento ético. En 1931 se afilió al Partido Socialista (Argentina). En 1934 dio una serie de elogiadas conferencias en la Casa del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires sobre «Jean Jaurés», «Hegel y Marx» y el «Antimarx», que fueron publicadas en la Revista Socialista de febrero de 1935. En 1934, fue elegido convencional constituyente para reformar Constitución de la Provincia de Buenos Aires, pero renunció a su cargo en protesta al fraude realizado por el gobierno en esos comicios, junto con Alfredo Palacios y Guillermo Korn, su hijo. Luego de su fallecimiento, como homenaje a la labor que realizó en su vida, en el año 1942, mediante la Ordenanza Nº 816, la Municipalidad de La Plata impone el nombre de Dr. Alejandro Korn a la Avenida 19 de esa Ciudad.
La acción universitaria de Alejandro Korn estuvo relacionada con su actuación docente y como alto funcionario en las universidades de La Plata y Buenos Aires, así como con su vinculación con el movimiento estudiantil reformista, en el que sus dos hijos fueron destacados dirigentes, aunque en agrupaciones distintas. En 1903 ingresó como consejero y vicerrector de la Universidad de La Plata, cuando ésta era aún provincial y Dardo Rocha era el rector. A partir de entonces fue el profesor titular de la Cátedra de Historia de la Filosofía. A su iniciativa se debió la creación de la Escuela de Obstetricia. En 1919, en plena agitación, el movimiento estudiantil lo llevó a hacerse cargo de la Universidad junto a Carlos Spegazzini y Edelmiro Calvo. En 1906 ingresó como docente a la Universidad de Buenos Aires (UBA), desempeñándose como profesor interino de la cátedra de Historia de la Filosofía en la facultad de Filosofía y Letras. En 1912 fue elegido consejero de la facultad, desempeñándose en la función hasta 1918. Ese año, en el marco del movimiento de Reforma Universitaria comenzado en Córdoba, fue elegido por los estudiantes como primer decano reformista de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, hasta 1921. En 1918, Korn fue uno de los «maestros» (junto a José Ingenieros, Alfredo Palacios, José Vasconcelos) tomados como referentes por las organizaciones estudiantiles que impulsaron la Reforma Universitaria en toda América Latina. A diferencia de lo que sucedió en Córdoba, en donde el movimiento reformista fue básicamente antiescolástico, en La Plata, donde el clericalismo casi no existía, el reformismo se desarrolló como una reacción contra el positivismo. Esta reacción antipositivista fue liderada por Alejandro Korn. Entre 1919 y 1922 publicó varios artículos sobre el impacto de la Reforma Universitaria en la renovación cultural de América Latina. Su obra más destacada, La libertad creadora fue originalmente escrita a pedido del Centro de Estudiantes de Derecho de Buenos Aires, para ser publicada en su revista Verbum, con el fin de dar fundamento a la actividad transformadora en que se hallaba embarcada la juventud reformista, bajo los conceptos que inspiraban su visión de un socialismo ético. El ex presidente de Guatemala Juan José Arévalo, alumno suyo en la Universidad de La Plata, lo definió como «el maestro por antonomasía». La diputada Silvia Augsburger ha sostenido que Korn fue el ideólogo principal de la Reforma Universitaria en la introducción de nuevos planes de estudios y métodos de enseñanza modernos, que lo llevaron a agitados debates públicos. Adelantándose a conceptos pedagógicos que serían universalmente aceptados a partir de la segunda mitad del siglo XX, Korn puso el acento en la necesidad de hacer del estudiante, tomado como sujeto activo y creador, el centro de todo el proceso pedagógico. En La Reforma Universitaria (1919) sostuvo en ese sentido:
«La reforma es un proceso dinámico su propósito es crear un nuevo espíritu universitario, devolver a la Universidad consciente de su misión y de su dignidad, el prestigio perdido. al efecto, es imprescindible la intervención de los estudiantes en el gobierno de la Universidad. ellos y solamente ellos representan el ímpetu propulsor, la acción eficiente, capaz de conmover, la inercia y de evitar el estancamiento. sin ellos nada se ha hecho ni nada se habría hecho. la forma en que han de intervenir es cuestión secundaria; lo importante es que constituyan un poder del cual en adelante no se puede prescindir. por conquistar o afirmar este poder, la juventud universitaria, en un esfuerzo solidario que abarca todo el país, lleva dos años de gallarda lucha y de su éxito depende el porvenir de la cultura argentina. Los adversarios francos de la Reforma, por suerte a la fecha han sido arrollados; nadie osa combatirla de frente. Enemigos mas taimados son otros que acuden a los recursos mas insidiosos para desvirtuarla y los peores los amigos simulados que la aceptan con reservas mentales»
«Los que simpatizamos con la Reforma, en cambio nos resistimos a magnificar ciertos incidentes, conservamos la fe en los sentimientos espontáneos de nuestra juventud, y el desquicio de la enseñanza lo achacamos a las corruptelas acumuladas durante años. En la agitación momentánea tan solo vemos el punto de partida de un gran movimiento espiritual encaminado a transmutar la orientación ideológica de las nuevas generaciones. hemos anunciado el advenimiento de una intensa cultura ética y estética, genuinamente argentina, ennoblecida por el anhelo de la justicia social y destinada a superar, sin desmedro para la ciencia, la época intelectualista y utilitaria. complace ver a la juventud, aunque sea por distintos rumbos, buscar la luz de nuevos ideales. Una cátedra libre rodeada por estudiantes libres, dueños y responsables de sus actos, ha de contribuir mejor a formar el carácter nacional que la tutela verbosa de quienes jamás dieron un ejemplo de entereza.»